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Biografía


Gelblung, Samuel “Chiche”


Periodista, Animador de TV. Argentina

Nació en Buenos Aires, en 1942. Periodista gráfico, radial y televisivo, su larga trayectoria en medios argentinos -primero gráficos, luego televisivos- siempre fue controvertida, inspiradora y fuente de anécdotas legendarias. En los ‘70 dirigió la revista de interés general Gente (Editorial Atlántida) y La Semana (Editorial Perfil). Más tarde, fue columnista de diario Ambito Financiero y en los ’90 desembarcó en la televisión, tras un breve paso como director del diario Córdoba.

Desde entonces, es productor y conductor de sus espacios radiales y televisivos. Campeón en fusionar periodismo con show, una de las características distintivas de Chiche Gelblung como periodista es que imprime la misma pretensión de solemnidad -y el mismo semblante lúgubre- tanto al presentar un informe relativamente serio como a otro bizarro o sensacionalista.

EL GELBLUNG DESMITIFICADOR...

Durante los ‘90, su magazine televisivo Memoria (ex Canal 9, ahora Azul TV) abordó en repetidas emisiones temas relacionados con los fenómenos extraños, lo paranormal y el misterio, llegando a denunciar (o dar cabida a quienes denuncian) actividades fraudulentas respecto de estos temas. Cuando un canal de la competencia presentó la autopsia del “extraterrestre de Roswell” (1995), encargó reconstruir el muñeco y el film para demostrar la facilidad con que se podía falsificar el pretendido documental; en el caso de los cirujanos filipinos, como Alex Orbito (1995) y el cordobés Ricardo Gil Lecha (1991), invitó al ilusionista experto en engaños psíquicos Ladislao Enrique Márquez para que desmontara el affaire...
Pero que a veces ofrezca la oportunidad a las voces disidentes a dar su versión de estas controversias sería injusto no recordar que él mismo ha tendido -y protagonizado- sus propios engaños.

... Y EL GELBLUNG MITIFICADOR

Jamás se sabrá si a algunas de las mejores anécdotas que circulan sobre el personaje pertenecen a la realidad o a la ficción, aunque Chiche las deja correr, acaso confiado de que nadie puede hacerse cargo de leyendas construidas en el anonimato. Algunas de ellas pueden parecer triviales si es cierto que -para muchos- Gelblung representa el non plus ultra del periodismo-espectáculo. Pero vale la pena refrescar algún hit de aquella leyenda negra admitida por el propio Gelblung. En una ocasión, una revista lo envió al Atolón de Mururoa donde -a causa de una prueba nuclear en el Pacífico- habían aparecido miles de pescados muertos en las orillas. “Llegué tarde y me perdí la matanza de los pescados porque se los había llevado la marea. ¿Cómo reproducís eso? Vas al mercado, comprás pescados y los tirás para hacer la foto...” (1) Otros ejemplos, más recientes, mostraron con cuánta facilidad salta del otro lado del cerco.

UN DETECTOR... DE MENTIRITA

A sabiendas de que el Polígrafo (también llamado "detector de mentiras") carece de todo valor científico, en 1994 Gelblung -que había importado la idea de un talk show español- comenzó a utilizar una de estas “máquinas de la verdad” con la declamada pretensión de “verificar la credibilidad” de algunos entrevistados polémicos. Por el artefacto desfilaron la supuesta hija de Perón, el charlatán Ricardo Schiariti y el manager de Diego Maradona, Guillermo Coppola, entre otros. El “experto” a cargo de la máquina era un tal Enrique Prueger (perito en casos juidiciales de relevancia nacional, como el asesinato del conscripto que determinó el fin del servicio militar obligatorio), quien, en los veredictos que representaba en Memoria, pontificaba : “Indudablemente, dice la verdad”; “Indudablemente, miente”. Por aquella fecha, en una entrevista realizada por el autor de estas líneas, Prueger reconoció: “Yo preferiría decir: ‘Hay una elevada probabilidad’. Pero, en televisión, eso duele”. Siguiendo el mismo razonamiento, afirmar que la técnica es “infalible” sería “saludable”. ¿Lo doloroso en estos shows periodísticos no será acaso la verdad? (2).
A mediados de 2000, Gelblung invitó a Memoria a Leevon Kennedy, una fantochesca “vidente” a quien sin embargo permitió presentarse como “la hija no reconocida de John F. Kennedy y Marilyn Monroe” (¿?). La historia tiene su miga: el periodista vendió a “Leevon” pomposamente, adelantando en el videograf que el telespectador pronto conocería a “la vidente más hermosa del mundo”. Lo cierto es que, apenas se la vio descender de la limousine, la surrealista leyenda desapareció abruptamente de la pantalla: la humanidad de “la Kennedy” parecía -para honrar la fulminante definición de un productor del programa- “un recauchutaje de colágeno y siliconas ensambladas por un cirujano ebrio”.
A fin de verificar las promocionadas “capacidades parapsicológicas” de la extravagante Leevon, el psicólogo Heriberto Janosch, presente en el programa, entregó un sobre cerrado con información que la “vidente” debía advinar por medio de sus “poderes”. Janosch confió en Gelblung y le entregó el sobre cerrado. Nadie sabe qué sucedió durante las 24 horas en que el sobre estuvo bajo la custodia de Gelblung. Al día siguiente, cuando Janosch le preguntó por el contenido del sobre, la bruja estaba perfectamente enterada. ¿Acaso era cierto, y Leevon, sino la vidente más hermosa, la más poderosa del mundo?

TODO POR UN PUNTO MAS DE RATING

¿Leevon pagó por la información? Difícil: pensar que hubo dinero de por medio significaría ignorar el estilo Gelblung. El periodista, ante todo, se debe a su público: el show debe continuar. Es posible que a Chiche se le antojó divertido que el público se quedara pasmado ante el “sorprendente” acierto de una vidente con un aspecto que no le ayudaba en absoluto. Para lograr su objetivo no le habría importado ridiculizar a Janosch (por entonces parte del staff de especialistas del programa), a quien, en tal caso, habría burlado en su buena fe. Pero la saga no acabó ahí: días después, el conductor de Memoria desacreditó a la bizarra “vidente” demostrando que -lejos de ser hija bastarda del ex presidente de EE.UU. y de la diva de Hollywood- era misionera y había hecho bolos en películas argentinas clase Z. Es decir: el mismo Gelblung procedió a desmitificar a la vidente. Pero si era así, ¿cómo adivinó "Leevon" el contenido del sobre?
Gelblung, a fin de cuentas, se hizo el distraído cuando el ilusionista Márquez, en un programa posterior, mostró un tape con claras evidencias de que el sobre había sido violado. El periodista nunca volvió a referirse al tema. Ni lo hará jamás: la TV es un monstruo vertiginoso, donde lo que se dice hoy mañana es devorado por un nuevo tema, y así hasta el infinito. Además, ¿quién se va a acordar? “¿Ética? ¿Honradez? Estupideces. ¿A quién le importa la verdad?”. Y... quizá, a la mayoría. Pero entrar en tal discusión no viene a cuento: la “búsqueda de la verdad”, en ciertos círculos, es poco más que una frivolidad. No en vano, a Chiche se le atribuye la frase “Que la verdad nunca te arruine una buena nota”, que repitieron como si acabaran de descubrir la pólvora varias generaciones de colegas, alguno de los cuales rozó el bronce en vida al ser nombrado ombudsman en un diario -ya desaparecido- donde “la opinión del lector” era tenida en altísima consideración.


NADA ES LO QUE PARECE

Recientemente, un portal de Internet propuso un cuestionario para saber donde flotaba Gelblung en la constelación de “estrellas mediáticas”. De la encuesta participaron 300 personas. Y se supo que en el ciberespacio sus cualidades periodísticas son poco valoradas. Según la encuesta (realizada mientras Memoria mantenía diariamente en pantalla al seudo médico español Txumari Alfaro), más del 60 por ciento de los votantes no tuvo piedad con el conductor. Casi el 30 por ciento opinó que Gelblung es “maquiavélico e inescrupuloso”; el 35 por ciento consideró que “no debería tener espacio en la pantalla” y que “hace un mal uso del poder de la TV”. En minoría, un 23 por ciento aplaudió sus “aciertos periodísticos” y un 12 por ciento defendió su figura: "el sensacionalismo de Gelblung -coincidieron- es inofensivo” (3). El público de Internet, obviamente, no es el mismo que mantiene el televisor encendido en su horario y en su canal. De manera que esta muestra no representa al televidente de Memoria, que raramente mide menos de 8 puntos de rating. Y esa cifra no es menor, más si se considera que se trata de un magazine que -siempre al filo de la cornisa- debe “sacar un conejo de la galera” dos o tres veces por semana.
Lo cierto es que el “estilo Gelblung”, tan admirado como rechazado (4), triunfa gracias a su habilidad para mantener al espectador al filo del sillón. Otros golpes a la credibilidad del personaje -elogiado e incluso envidiado por algunos colegas- permanecen en las sombras a causa de esa costumbre argentina según la cual está prohibido “escupir el plato de quien (en algún momento) te puede dar de comer”. Algunos periodistas evitan hablar de sus colegas invocando una sospechosa deontología profesional. Lejos de comulgar con esa profesión de corrección política, el autor de estas líneas cree que -si bien Chiche le resulta mucho menos antipático que el impresentable Mauro Viale- esa ventaja comparativa no lo exime de la responsabilidad que supone inmolar los más elementales principios éticos para hacer un show “más televisivo”.
La escuela Gelblung pretende que la “credibilidad” es una pieza más de un espectáculo donde son las apariencias, y no la realidad, lo que realmente cuentan, ya que el objetivo no es construir un relato útil para los televidentes (a quienes se les debe respeto, pues son los que le pagan su sueldo consumiendo los productos promocionados a través de las tandas que financian sus programas) sino tener un punto más de ráting.

[Por Alejandro Agostinelli. Este texto es parte del Proyecto Enciclopedia Multimedia de Cultos, Mitos y Misterios. Exclusivo para Dios! © 2002 Todos los derechos reservados.]

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