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COLUMNA DE WARGON: Decir adiós no es irse

Anita que me traducía desde la Argentina lo que me decía el médico en ese cuarto de hotel, en un portugués incomprensible, Inés que se bancó tres horas en Aeroparque, Andrea, Delfi, Agus, Coni, mi hija que me hacia el aguante desde Córdoba, todos y cada uno de los empleados de Aerolíneas Argentinas y, por supuesto, Chiche Gelblung.




Después de tan traumático regreso, me quedé pensando y quizás perforada aun por el fugaz sol de Copacabana, mis consideraciones fueron variando hacia la mística, territorio que me es ajeno, sepan ustedes disculpar.

Mis relaciones con Dios han sido siempre inexistentes, fundadas básicamente en el escaso interés que él había demostrado en manifestarse. Siempre le reclamé algún milagrito privado que me sacara de la incredulidad, una pequeña zarza ardiente, un mínimo caminar sobre las aguas , pero salvo que El se haya confundido e interpretara mi desastroso quemar de cacerolas con una zarza ardiente, la verdad que nunca tuve ninguna noticia.

Sin embargo, siempre en este plano místico, y repasados los hechos mil veces, se impone que el viaje estuvo lleno de señales de alerta, de silenciosos signos, que me gritaban ¡quedate!, pero racionalista hasta el fin, desoí cada uno.

¿Que otra cosa que una señal fue, que al despertarnos, cinco de la mañana, la casa estuviera sin luz? Pocas cosas más desdichadas que bañarse con velas y encontrar las cosas de "último momento" tanteando en la oscuridad. Agréguese que, para mi despelote personal, las cosas de último momento pueden llenar una valija. Igual desoyendo lo que se nos decía, a la hora indicada tomamos el taxi para el Aeroparque. En la distribución previa de trabajos de nuestro "matridemonio" yo estaba a cargo del pasaje y él de los documentos.

Valga aclarar que toda la "previa" había estado envuelta en un debate acalorado. Mi bien amado insiste en que su andar es elegante sólo que un poco parsimonioso ,yo me abstuve de opinar pero como sé que en el trajín de un embarque la " parsimonia" no es muy apreciada, teniendo en cuenta además que la Aerolínea brinda asistencia personalizada a cualquier persona que tenga una dificultad, insistí en pedir asistencia. El hombre se retobó "yo no me voy a sentar en una silla de ruedas bajo ningún concepto"- la pelea fue creciendo. Sólo cedió cuando dejé en claro que él podía quedarse a lucir su elegante paso por el Abasto pero yo me embarcaba para Río.

Cuando llegamos a Aeroparque, mientras pedía asistencia me acerqué a hacer el check in. El señor miró el pasaje desconcertado y me dijo – su avión ya esta en pista y listo para despegar, se equivocó en dos horas!- Mientras yo intentaba asimilar el golpe entraba el bienamado en su silla de ruedas, y al verlo el señor se conmovió, empezó a hablar por teléfono, pidiendo ( según me pareció escuchar), que se detuviera en pista porque llegaban dos mamertos confundidos.

Allí comenzó una carrera demente, adelante corría, alguien de Aerolíneas que luchaba con las valijas, el bienamado era llevado como en una pista de autitos chocadores y yo, mientras corría a la par, llenaba los papeles de embarque. -¿ Que pasa? -Preguntaba el bienamado que se había perdido los detalles. Agitada yo insistía – "no se que le pasa a esta gente, se equivocaron en algo". Pérfida y traidora ¡ pero, ¿ si le decía la verdad y el paralítico saltaba de su silla para ahorcarme?!

Agitados y sin aliento llegamos al ultimo control, pasé primero el documento de él y el señor que tenía el sello en la mano, lo miró largo rato y dijo: - "está vencido".

No había nada más por hacer, ese milagro ya no estaba en las manos de Dios, quizás, correspondía a Yabran o a Ibrahim Al Ibrahim, que manejaban con soltura ese rubro, Resumo: yo me confundí con la hora el del vuelo y el se trajo un documento firmado por el Virrey Cisneros. ¡ Tablas!

Nos volvimos a casa en silencio a esperar el vuelo de las ocho de la noche. Él se puso a mirar un partido y yo a pensar que ya tenia demasiados avisos, que lo sensato era quedarse, pero una es tan exigente con Dios que al final El termina por decirnos ¡va fangulo! Y allí fuimos. Lo demás, solo quiero olvidarlo. 

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